Un mes y 17 días han pasado desde que decidí terminar con esa farsa. Mucha ilusión al principio, ilusión por ver que pude olvidar, por ver que había vida más allá de él.
Comienzo ilusionante, aunque eran evidentes las diferencias entre nosotros, y aunque yo sabía que era imposible (llamadme intolerante, puede que lo sea), lo intenté. Yo continué igual, tú cambiaste, pero solo en apariencia, en las discusiones siempre te salía esa vena anterior.
El agradecimiento, fue el único que me hizo continuar, nos llevábamos fatal, ni una sola salida ha terminado bien, ni una sola, en más de año y medio. Estaba claro, que era por algo.
Intenté dejar, conseguiste alargar, al final, como era obvio, para terminar, lo que seguramente, nunca debió empezar. La rutina, costumbre, agradecimiento y cariño fueron los que me hicieron intentarlo una y otra vez, pero hace mes y medio por fin conseguí apartarte de mi vida para siempre.
O eso debería, porque aún sigues dándome la brasa, aunque obviamente, de una manera cobarde, haciéndome llamadas perdidas con número oculto. Estaba claro que eras tú, pero hoy te has colado amigo, incluso para eso hay que ser inteligente. Vergüenza me daría meter a amigos de por medio, pero bueno, así e ridículo eres. Jamás me creí que fueran ellos quienes enviaban mensajes extraños, obviamente, ahora menos.
Intenta olvidarme ya, sé que me espías, aunque he de decirte que tus fuentes están algo estropeadas, pero vamos, sigue espiando, algún día encontrarás algo que no te guste de verdad, y quien lo pasará mal serás tú.
Déjame vivir tranquila.
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